jueves, 3 de septiembre de 2015

BEAM ME UP, SCOTTY!

Hace unas semanas estuve en la Feria del Libro de Lima en donde, entre otras adquisiciones de tipos y autores muy disímiles, compré una novela de título "La noche de los trekkies vivientes". Ésta pasaba desapercibida para todos los asistentes a la feria que caminaban cerca a la mesa en donde se encontraba en exhibición junto con otras publicaciones del mismo tipo: libros de edición barata en papel bulky, con una carátula cuyos dibujos recordaban el estilo de las pequeñas novelas del oeste norteamericano escritas por el español Marcial Lafuente Estefanía para la Editorial Bruguera y que, vagamente, recordaba en mi niñez verlas ávidamente leídas por mi madre.... ¿o era alguna de mis tías o tíos? (¿o quizás todos ellos?). Pero, en dicha carátula no había imágenes de vaqueros o pistoleros sino la faz del Sr. Spock desfigurada como uno de los zombies de la película "El regreso de los muertos vivientes" o del videoclip de la canción "Thriller" de Michael Jackson. Ésto, además del título, hizo que, justamente, el espíritu trekkie que permanecía dormido en mí hace ya tiempo despertara del largo sueño en el que se había sumido obligado por otros temas y asuntos a los que las responsabilidades les iban asignando mayor importancia que a ese universo "... donde ningún hombre ha ido jamás..." ("... where no man has gone before...") y, sin pensarlo dos veces, lo tomé dirigiéndome a la caja para pagarlo.

Debo reconocer que, al igual que mi pasión por Star Trek, también había sido relegada a un segundo plano la que sentía por la lectura, excusándome, además de los motivos del primero, en la falta de tiempo que, en realidad, estaba usando en un vicio que afecta a muchos tanto como a mí: internet. Pero ese bichito que tiene dentro todo el que sabe lo que es disfrutar del placer de la lectura y que hace que uno pierda la noción del tiempo cuando ingresa a una librería y se ponga a revisar título por título aunque al final no vaya a comprar nada, tan igual como algunas mujeres lo hacen en tiendas de ropa o zapatos, hizo que me dirigiera al parque de Los Próceres, lugar donde se había afincado la feria por dos semanas. Mi intención era, como se me había hecho costumbre en los últimos tiempos, solo la de ver títulos nuevos y recordar antiguos, disfrutando, como un niño en una dulcería, de encontrar tantos libros en un solo lugar. Recorriendo los diversos puestos, me animé a comprar algunos, entre ellos éste que hizo que me pusiera como un ferengi frente a una barra de oro prensado latinum al verlo (sí, lo sé, aún cuando escribo, mi espíritu trekkie me gana).

Al llegar a casa, no fueron los dos tomos de las Antimemorias de Bryce Echenique que también había comprado los que cogí primero para leer, a pesar de que, desde que fueron publicadas, siempre se me había pasado por la mente adquirirlas en algún momento, sino ese modesto libro de un par de autores desconocidos para mí que encontré de casualidad realizando esa impensada pequeña cacería literaria en un parque de Jesús María. Desde que empecé a leer la primera página, volví a sentir la sensación, que casi había olvidado, de sumergirme en un mundo imaginado por sus autores viviendo cada una de sus escenas y diálogos. No es que sea para nada una obra de arte, pero esta conjunción de dos de mis pasiones me atrapó, a pesar de no ocurrir exactamente en el universo de Star Trek, sino en un universo trekkie, o sea, de fans de Star Trek, donde los protagonistas son justamente eso, trekkies, y no los personajes de las series y las películas de las diferentes sagas que ha tenido esta franquicia. Quizás eso haya sido lo que me atrapó, el sentirme de algún modo identificado con los personajes del libro (los que no me conocen en persona ya se estarán imaginando lo nerd que debo ser, ¿no?), haciendo que vuelva a dedicar a la lectura buena parte del tiempo que usaba para navegar por el ciberespacio.

Aunque para mí son unos desconocidos, le doy las gracias a Kevin David Anderson y Sam Stall que, con esta novela que muchos podrán mirar por sobre el hombro, han hecho que deje de ser un ciberzombie y vuelva a gozar de tener un libro en las manos (ya empecé con el primer tomo de las Antimemorias de Bryce, "Permiso para vivir", y luego, por supuesto, continuaré con el segundo, "Permiso para sentir").

Larga vida y prosperidad (Live long and prosper)