sábado, 14 de septiembre de 2013

LOS DIOSES Y YO (O YO, AGNÓSTICO)

Kamisama, Manitu, God, Allah, Dios, Gott, Jehova, Yahve, Wiracocha, Aia Paek, Quetzalcoatl, Zung, Vishnu, Júpiter, Zeus, Odín, Osiris, Mungu, Thien Chua, La Fuerza, gJoH'a, Inti, Amaterasu, Shiva, Apolo, Minerva, Thor, Loki, Monesvol, Hugo Chávez, Alan García... ¡Ah, no!... esos dos últimos no. Al penúltimo, es su hijo putativo, Nicolás, quien lo pone en esta lista y el último se cree él mismo parte de ella.

Hace algún tiempo, durante una entretenida tertulia en donde conversamos sobre muchas cosas, incluida también la religión, un amigo me comprometió a que escriba sobre ese tema aquí en mi blog. La verdad es que ya lo tenía como un pendiente al cual le estaba dando vueltas buscando por donde empezar pero tenía mis dudas de cómo hacerlo hasta que este intercambio de ideas con mi amigo  me terminó de convencer de que no es necesario seguir a rajatabla el antiguo consejo de no discutir sobre fútbol, política o religión porque, como me pasó con él, se puede encontrar personas que conversen inteligentemente (mi amigo, no yo, por supuesto) y sin apasionamientos  exagerados aunque no compartan nuestros puntos de vista u opiniones.

Cuando digo que soy agnóstico, algunos me preguntan por qué no creo en Dios. Entonces, tengo que aclararles la diferencia entre agnóstico y ateo. Así como los teístas están convencidos de la existencia de un ser supremo (o varios; escojan cualquiera de los nombres del primer párrafo o alguno de los muchos otros que no he mencionado), los ateos niegan su existencia. En cambio, un agnóstico no afirma ni niega la existencia de ese ser; en mi caso particular, yo, como agnóstico, espero que cualquiera de ambos bandos me dé pruebas concretas para creer o no creer. Aparte de esta simple y, creo, muy entendible explicación, están también las de muchos de esos expertos en enredar cosas sencillas para confundir al resto de la gente que se hacen llamar filósofos que clasifican el agnosticismo en diferentes categorías o variantes: agnosticismo fuerte, agnosticismo débil, agnosticismo apático, agnosticismo teista, agnosticismo ateísta, agnosticismo interesado, agnosticismo modelo, ignosticismo... solo falta que nos clasifiquen por colores, edad, peso y hasta olores (ya me estoy imaginando un agnóstico "Chanel No. 5" con otro "mofeta salvaje", no se podrían ni ver... o, mejor dicho, oler).

Teístas y ateístas son más parecidos de lo que piensan. Digo ésto porque ninguno basa sus afirmaciones en esas pruebas concretas e imparciales que, como menciono arriba, aún estoy esperando, sino que, aunque los ateos quieran crucificarme por decirlo (¡Oh!... ¿crucificarme?... hmmm), tanto los argumentos de los primeros como de los segundos son simplemente cuestiones de fe (sí, de los ateos también) pues nos dicen, unos, "Dios sí existe" o, los otros, "dios no existe", poniendo cada uno como "prueba" que el otro grupo no puede demostrar lo contrario. O sea, "mi prueba de que existe es que tú no puedes probar que no existe" y viceversa; entonces, "si no puedes probar que no tengo la razón, quiere decir que sí la tengo". Para escucharlos decir "esta es mi prueba irrefutable e irrebatible de que existe (o de que no existe)" habría que vivir más que Matusalén y tener más paciencia que Job (¿De dónde me suenan esos dos nombres?).

No puedo y no pretendo decir quién tiene la razón; por algo yo mismo aún estoy esperando cualquier prueba que me convenza. Pero, lo que sí puedo hacer es repetir lo que alguna vez dijo Gandhi, "Si no tienes religión, yo te recomiendo una: la verdad", un consejo que de todas maneras vale para todos, seamos o no creyentes. 

Gracias por leerme, "que La Fuerza os acompañe".

domingo, 7 de julio de 2013

DE ANIVERSARIOS, BLOGS Y EXORCISMOS

Aunque ya ha pasado más de un año (más exactamente, un año y dos semanas y media... ¡uff! ¿tanto ya?) desde que inicié este blog, algunos me han seguido preguntado el por qué de su nombre, otros (a pesar de la curiosidad que sienten) no se han animado a preguntármelo y al resto (seguramente la mayoría) no les interesa o les da lo mismo (¿por qué, si existe esa expresión, no existe "les da lo otro" o "... lo diferente"?).

La verdad es que, a pesar de que algunos piensen que lo que escribo aquí no tiene mucho que ver con el nombre del blog pues, quizás, al verlo, esperan encontrar temas religiosos o esotéricos, puedo decir que, por el contrario, "Exorcismo DeMente" describe bien la diversidad de temas (pocos temas aún en realidad) que ya he escrito y los que se me vayan a ocurrir más adelante, además de éste mismo que se encuentran leyendo ahora.

Como ya lo expliqué brevemente en la primera entrada de este blog (sí, ésa de hace un año y dos semanas y media) es "Exorcismo DeMente" porque aquí quiero plasmar, expresar, exteriorizar, exorcizar ideas, pensamientos, reflexiones, divagaciones mentales, locuras, fantasías, recuerdos, anécdotas y todo lo que pueda venírseme a la cabeza. Por eso es "DeMente" y no simplemente "de mente" o "demente"; es ambas porque todo lo que escribo aquí es cualquier cosa que se me pueda ocurrir en el momento en que estoy con los dedos en el teclado.

Sea en el estado en que me encuentre: nostálgico, recordando las épocas del colegio (mis hijos seguro dirán épocas de la prehistoria); serio, reflexionando sobre la vida (¿serio o aburrido?); crítico (más que eso, ¿renegón?... mi viejita siempre me dice que, si no renegara, no sería yo); "picón" (los que me conocen saben lo mucho que lo soy); a veces, medio loco, ya ésto contagiado por algunas amistades que sí, no están tan cuerdas que digamos (costumbre muy peruana la de echarle la culpa a los demás, ¿no?); un poco (o bastante) nerd (aún me falta escribir algo así... ¿o el hecho de haber empezado este blog ya me pone en esa categoría?); o sea, todo lo que he escrito y seguiré escribiendo forma parte de este "tutti fruti temático" que bauticé hace trescientos ochenta y dos días como Exorcismo DeMente. Muchas gracias por leerme y espero que lo sigan haciendo.

martes, 11 de junio de 2013

¿PROCRAS... QUÉ?

Viendo la fecha de mi última nota en este blog, una palabra vino a mi mente: procrastinación. No hace mucho aprendí su significado cuando un amigo hizo un comentario en su facebook, pero ya la había visto antes como título de un álbum de Charlie Parra del Riego, uno de los mejores guitarristas peruanos de cualquier género, no sólo de metal, del cual él es un gran exponente; pero en esa ocasión no le hice mucho caso al vocablo en mención.
  
Aunque no es una palabra de uso común, me atrevería a decir, en cambio, que la procrastinación es una costumbre común entre la mayoría de latinos pero especialmente un deporte nacional entre nosotros los peruanos. Ésta se muestra diariamente y la realizan adultos, jóvenes y niños sin excepción; los últimos con seguridad siguiendo el mal ejemplo de los primeros.

Un gran porcentaje de peruanos procrastinaron para el trámite del cambio de comisión de las AFP. Muchos taxistas lo hicieron con la inscripción que les requería la municipalidad de Lima. Yo no me excluyo de ese gran número de personas "cuasi-profesionales" de la procrastinación. Procrastinaba en el colegio o la universidad cuando tenía que estudiar para un examen; procrastiné al alistar mis cosas cuando me mudé de Niigata a Tokio, después, de Tokio a Saitama y también cuando ya estaba por regresarme a Perú. Dejar de procrastinar es algo difícil de hacer pero me he propuesto lograrlo.

No creo que haya alguien que siquiera una vez no se haya sentido tentado a procrastinar. Los que nunca habían oído o leído esta palabra ¿ya se han dado cuenta de qué significa? Procrastinar es postergar una tarea o labor para hacer alguna otra cosa que nos produzca más placer aunque sea menos productiva. Más exactamente, según la RAE, procrastinar significa postergar, diferir.

Y, tú, ¿has sido capaz alguna vez de vencer a la tentación de la procrastinación?

viernes, 22 de febrero de 2013

SÍ SE PUEDE

Si han leido mi post anterior, se habrán dado cuenta de cómo ha sido mi redescubrimiento de la diaria experiencia de estar viviendo nuevamente en el Perú, país que me vio nacer, donde, a despecho de la notoria mejoría económica que ha experimentado en los últimos años, desafortunadamente, es también notorio que ésta no ha ido de la mano con una mejora en el nivel educativo y cultural de los peruanos.

Estando en el extranjero, se reciben noticias muy alentadoras sobre el fortalecimiento de la economía peruana, el repunte del mercado inmobiliario, la industria turística y ni qué decir del boom gastronómico que, con Gastón Acurio como abanderado principal, está poniendo de moda nuestra comida en el extranjero.

Sólo llegando al Jorge Chávez, uno ya se da cuenta de esa mejoría, por lo menos en cuanto a lo tangible, lo material, como la infraestructura, por ejemplo. La diferencia entre el aeropuerto del que uno partió hace diez años o más con el que lo recibe en estos días es innegable. Si bien no puedo decir que sea merecido o no el reconocimiento que se le ha otorgado como uno de los mejores aeropuertos de Sudamérica, porque hace mucho más tiempo aún que no piso algún otro en países vecinos, los cambios y mejoras en nuestro primer terminal aéreo me sorprendieron gratamente a mi regreso.

Las nuevas construcciones, entre las que destacan muchos edificios de departamentos cuando uno recorre la ciudad, grandes y modernos hoteles de cadenas internacionales que antes era impensable que algún día llegarían al Perú, además de centros comerciales en diferentes lugares, incluyendo los conos, también son muestras del buen momento que vive el país. Viéndose en esos centros comerciales tiendas de marcas cuyos productos, en épocas pasadas, solo era posible poseer si se era de los privilegiados que podían viajar al extranjero, ya sea por negocios o de vacaciones, o tener algún pariente que se los pudiera traer desde fuera.

En los últimos tiempos, la industria turística también está teniendo cada vez mayor presencia en los indicadores económicos como resultado de la efectiva campaña de los entes implicados, como el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo y PromPerú, aprovechando, entre otras cosas, la elección de Machu Picchu como una de las nuevas siete maravillas del mundo y el reconocimiento que está logrando la cocina peruana a nivel internacional, promocionando inteligentemente las distintas experiencias que se puede ofrecer a los visitantes extranjeros, desde turismo de aventura hasta turismo gastronómico, pasando por una amplia gama de ofertas.

Pero, como dicen, no todo lo que brilla es oro. A despecho de todas estas muestras palpables de que la economía peruana va por buen camino, la educación y la cultura no han seguido ese mismo rumbo. No me refiero sólo a la parte académica y de conocimientos, que ya es sabido que, a nivel internacional, el Perú está entre los últimos lugares en cuanto a comprensión lectora y matemáticas, sino a esa otra parte, la que se aprende y se muestra en la vida diaria, tanto en casa como fuera de ella, ya sea en el ámbito familiar, social o laboral y comercial. Siendo que el tema del que estoy tratando tiene que ver con los dos últimos especialmente, tengo que decir que no se aprecia por parte de los miembros de empresas e instituciones una conducta en su relación con los clientes, usuarios y público en general, que vaya de acuerdo con la situación presente de nuestro país.

En el extranjero, al entrar a cualquier tienda o establecimiento comercial, uno escucha un "May I help you?", "Irasshaimase" o "¿En qué lo puedo atender?". Acostumbrado a esa atención, fue algo decepcionante mi reencuentro con la realidad del consumidor peruano. No voy a afirmar que en ninguna parte me recibieran de esa forma, pero realmente son la minoría. Lo común es que, al entrar a cualquier establecimiento comercial, los encargados, vendedores, representantes, colaboradores o cualquiera de las denominaciones que les dan ahora, lo miren indiferentemente a uno o simplemente lo ignoren, sintiéndose fastidiados si se les hace una consulta.

Ocurre hasta en los grandes bancos y tiendas por departamentos o, más bien, especialmente en ellos, que cometen un garrafal error en el cobro de alguna deuda y, al hacer los descargos, realizan la corrección si se tiene suerte, pero sin asumir su responsabilidad ni ofrecer disculpa alguna. En el documento donde se informa al cliente acerca de la corrección, prácticamente se da a entender que se le está haciendo un favor arreglando algo de lo que ellos eran totalmente responsables.

Éstos no son casos aislados. Como digo líneas arriba, es lo común, no la excepción sino la regla. El mal abarca todos los sectores y niveles, algo a lo que, aunque no debería ser así, el común de la gente ya se ha acostumbrado y lo toman, equivocadamente, como el estándar sin reclamar un mejor trato.

Habiendo radicado por un buen tiempo en Japón, tuve la oportunidad de ser testigo de cómo en las empresas japonesas se les inculca a todos, desde el gerente general hasta el último de sus empleados, que deben ser conscientes de que reciben su sueldo del dinero que pagan los clientes; que, sin clientes, ellos no tendrían trabajo alguno y, por eso, se les debe brindar un trato que no sólo los satisfaga sino que los haga irse con ganas de regresar. Esta actitud es algo de lo que adolecen las empresas peruanas y en eso se tiene que trabajar muy arduamente. Es más que necesario concientizar a todos dentro de la empresa que el miembro más importante en ella es el cliente. Sí, el cliente es no sólo un miembro más sino el más importante porque sin clientes la empresa dejaría de existir.

Pero, se tiene que recordar que, para que los trabajadores brinden un buen trato a los clientes, ellos deben sentirse a gusto recibiendo también un buen trato por parte de sus empleadores. Ésto no solamente implica un pago justo de acuerdo al puesto y la calificación del trabajador sino, además, la preocupación por brindarle oportunidades para su desarrollo personal y profesional.

Lo anterior no será posible de llevar a cabo si no se promueve un cambio de actitud de todos los participantes de la cadena productiva y comercial en general. El problema a superar es romper con los antiguos y obsoletos paradigmas que siguen muy arraigados en la conciencia colectiva de la sociedad peruana prácticamente desde la época de la colonia. A pesar de estar ya en pleno siglo XXI, no son pocos quienes aún consideran a sus trabajadores como objetos de su propiedad, unas simples piezas más dentro de la maquinaria de sus empresas.

Siendo realistas, no voy afirmar tan enfáticamente como muchos que el rol principal de la empresa y el empresario va más allá que sólo el de productores y comercializadores y que el desarrollo social debe ser su fin primordial. Ese punto debe estar presente en la agenda de la empresa, sí, pero en verdad es esencialmente labor del Estado. Lo que debe hacer la empresa es colaborar con el Estado para conseguirlo y ésto se puede dar teniendo políticas que expresen el interés por el desarrollo integral, tanto personal como profesional del trabajador.

No sé si existe el término o, si es que existe, si lo usan con otro significado, pero a la relación generada podría llamarse una "cadena de bienestar". Si el trabajador está contento con el trato que recibe se va a esmerar en brindar una buena atención al cliente y ésto beneficiará a la empresa, así, beneficiándose la empresa contribuye con el Estado a ese desarrollo social mencionado. De esta manera, también, el desarrollo en el nivel educativo y cultural que, como menciono al comienzo, aún no se ve en nuestro país, será consecuencia de poner en práctica toda esta "cadena de bienestar".

Espero que en un futuro cercano, así como yo encontré a mi regreso un Perú con una notable mejoría económica, cuando regrese alguno de mis parientes o amigos se den con la sorpresa de encontrar además un país en donde la educación y cultura ya vayan de la mano con esa situación de bienestar para todos.

jueves, 7 de febrero de 2013

TE DAS CUENTA QUE YA ESTÁS DE REGRESO EN PERÚ CUANDO...

Hace unos meses, dediqué una entrada en este blog para referirme a los "síntomas" que hacen que alguien que esté morando en lares nipones se dé cuenta que ya lleva demasiado tiempo en Japón. Ahora, a tres meses de haber cruzado de vuelta el charco y dejado atrás la tierra de mis abuelos, estoy seguro y puedo decir que ya tengo claro que...

... te das cuenta que ya estás de regreso en Perú cuando:

- Estás esperando en una esquina marcada como "paradero" y el bus pasa de largo y para en la siguiente cuadra.
- Milagrosamente, el bus se detiene en el paradero donde lo estabas esperando... y te abre la puerta marcada como "bajada".
- Al bajar del bus (por la puerta marcada como "subida", por supuesto), el chofer y el cobrador se sorprenden cuando les das las gracias.
- Estás en el paradero de buses y frente a tí pasa un número interminable de taxis tocándote el claxon para que los tomes, pero, como no les haces caso (es un paradero de buses y, lógicamente, estás esperando un bus) los taxistas siguen su marcha disgustados contigo.
- Estás sentado en el bus. Cada cinco cuadras sube alguien y se pone a contar sus "desgracias" para, luego de recitarlas de memoria (todos ellos exactamente con las mismas palabras) pedir una ayuda económica a los pasajeros. "Lo que sea su voluntad" o "Diez céntimos no los van a hacer más pobres a ustedes ni más rico a mí"... pero, ¡Ay de tí si les das sólo esos diez céntimos!
- Después de algún tiempo, por fin te atreves a conducir un auto por las calles de Lima, los vehículos detrás tuyo te tocan el claxon si te detienes en una luz roja o, los que te cruzan en la transversal un poco más y te recuerdan a toda tu familia por pasar en verde.
- Estás conduciendo tu auto por una avenida principal que, justamente por eso, es una vía preferencial, pero llegas a una intersección con una pequeña callecita sin tránsito alguno y un rompemuelle te hace disminuir la velocidad provocando una congestión detrás tuyo haciendo que los otros vehículos empiecen a tocarte el claxon.
- Vas por una avenida de tres o cuatro carriles y el vehículo que está transitando por el carril de la izquierda intempestivamente se mete frente tuyo para voltear a la derecha estando ya a solo centímetros (no metros) de llegar a la esquina.
- Ese vehículo se te cruzó cuando el semáforo iba a cambiar y te deja con la nariz de tu auto interfiriendo el cruce en plena luz roja. El policía de tránsito que había estado parado en la esquina conversando por su celular te pone la papeleta a tí.
- Entras a una tienda donde los empleados te ignoran y continúan conversando sobre el partido de ayer o planeando la juerga para la hora en que terminen su "trabajo".
- Esos empleados están parados frente a las vitrinas de los productos que se supone deben vender pero se incomodan si muestras interés en comprarlos y les pides que se muevan un poco para verlos mejor.
- Recuerdas que la programación televisiva japonesa te aburría con tantos programas de comida en donde hasta te daban la receta de una simple sopa de calabaza y ahora te aburre la programación peruana con tantos realities llenos de modelos "calabazas".
- Ves más postulantes a una facultad de gastronomía que a una de ingeniería o medicina.
- Te das cuenta que "Mistura" es considerado un evento tanto o más importante que las cumbres de la APEC o del ASPA.
- La gente recuerda más los nombres de los chefs de los restaurantes presentes en "Mistura" que los de los mandatarios de los países asistentes a esas dos cumbres.
- Experimentas nuevamente lo que es la "hora peruana": Llegas puntual a una cita pactada a las ocho, la otra persona llega a las nueve y sorprendido te pregunta por qué llegaste tan temprano si la cita era para las ocho.
- Alguien con rasgos mestizos te dice "chino ojos de alcancía" porque eres de ascendencia asiática a pesar de que tiene los ojos mucho más pequeños que los tuyos.
- Eres una mujer un poco más alta que el promedio del país asiático de donde has regresado. Te sientes aliviada por encontrar ropa de tu talla.
- Comentas que has regresado de Japón; nunca falta uno que te dice "¡Oh! ¡A mí me gusta mucho el chifa!"
- Al enterarse que has estado en Japón por bastante tiempo, te dicen "Debes haber extrañado mucho nuestra buena comida, ¿no?". Sin duda, debemos estar orgullosos de la gastronomía peruana, que está considerada entre las mejores del mundo, pero, ¡por favor!... Tokio es la ciudad con el mayor número de restaurantes en el mundo que figuran en la Guía Michelin, así que buena comida no falta allá.
- Te miran como bicho raro cuando dices que tienes amigos musulmanes y que son muy buena gente.
- Te miran más raro si dices que eres agnóstico... o aún peor si dices ateo.
- Ahora sí puedes disfrutar de ese pastel de acelga que allá tenías que reemplazar con un quiche de espinacas.
- Enciendes la tele y el único canal japonés en el cable es NHK, el equivalente nipón a nuestro estatal canal 7 - TV Perú. A propósito, ¿TV Perú se verá por la señal de cable de otros países? Lo dudo.
- Pero, especialmente, te das cuenta que ya estás de regreso en Perú cuando le puedes decir a tu familia cuánto los quieres en persona y ya no sólo por teléfono.