jueves, 22 de febrero de 2018

PATRÓN DE SINTONÍA 

Conversando por Whatsapp con unos buenos amigos, recordábamos los programas y series de televisión que veíamos en la época de nuestra niñez y adolescencia. Estábamos manteniendo un diálogo a través de nuestros smartphones, que pueden tener aplicaciones en las que es posible ver decenas de canales de todo el mundo, acerca de una época en que, a través de nuestros televisores blanco y negro con su antena de conejo, sólo teníamos la opción de tres canales locales pero que nos ofrecían una programación más divertida, más interesante y, sobre todo, más sana.

En nuestra conversación, recordábamos, como PEQUEÑOS TRAVIESOS ingresando a un TÚNEL DEL TIEMPO, LOS AÑOS MARAVILLOSOS en que la televisión era esa PEQUEÑA MARAVILLA que nos conectaba con una DIMENSIÓN DESCONOCIDA. DÍAS FELICES en que ESPERábamos impacientes la hora en que las imágenes en la pantalla nos llevarían a un VIAJE AL FONDO DEL MAR o a una TIERRA DE GIGANTES, entre otros lugares, haciéndonos emocionar, soñar, divertir pero, sobre todo, sentir ser parte de un mundo FANTÁSTICO por media hora, una hora o lo que durara cada uno de nuestros programas favoritos.

Eran DÍAS FELICES en que, luego de terminar los deberes escolares, esperábamos ansiosos que den las siete de la noche para, por el canal siete, ver a nuestro héroe ULTRASIETE luchar contra unos MONSTRUOS DEL ESPACIO que venían a conquistar nuestro planeta y vencerlos luego de un espectacular COMBATE lleno de llaves, patadas voladoras y rayos productos de unos muy simples efectos especiales pero que nos emocionaban a tal punto que, al día siguiente, eran tema de conversación durante los recreos junto con los goles de los partidos del fin de semana. 

En algunas ocasiones, podíamos soñar con ser tripulantes de un OVNI en un interminable VIAJE A LAS ESTRELLAS o, en otras, deseábamos convertirnos en EL HOMBRE INVISIBLE para escondernos de mamá cuando nuestros duelos como WYATT EARP o MAVERICK o nuestras carreras con los AUTOS LOCOS causaban un muy “pequeño desorden” entre los adornos de la sala. 

No eran épocas de BONANZA pero sí de alegría y sana diversión que compartía con toda MI FAMILIA cuando papá llegaba del trabajo y, él también, disfrutaba tanto como nosotros mientras esperaba su noticiero, celebrando y entendiendo nuestras CHIQUILLADAS, porque, como tiempo después entendí, PAPÁ LO SABE TODO.